Ansiedad
En mi ansiedad refúgiome en mi infancia,
como regresa el perro taciturno
en busca de ese hueso sin sustancia
que está enterrado en el jardín diuturno.
La oscura soledad de mis temores
termina de eclipsar al regio astro,
que hace inútil despliegue de fulgores
sin dejar en mi espíritu algún rastro.
Mi corazón parece ya cansado,
su ritmo disminuye lentamente
y siento que la parca está a mi lado
esperando mi hora, muy paciente.
No trato de lidiar, perdí las fuerzas,
contra este sino cruel que me ha tocado.
Si no he de sentir más tus manos tersas,
qué más me da si el mundo se ha acabado.
¿Acaso se hallarán nuestras dos almas
boyando sobre un piélago de dudas
mientras, en vano, agítanse las palmas
de los que nos ofrecen sus ayudas?
No se, tal vez no exista panacea,
bálsamo, cura, elíxir o remedio,
que ataque el grave mal que se pasea
alrededor del ánima, en asedio.
Por eso me deleito en las vigilias
y me paso las noches muy imbuido
en exhumar recuerdos de alegrías
del triste cementerio del olvido.
Quizás encuentre el tétrico esqueleto
de algún sueño imposible no vivido
y pueda revivirlo por completo
dotando a mi existencia de sentido.
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