miércoles, 11 de febrero de 2009

Acribillado


Acribillado

Aunque tú quisiste vendarme los ojos
con tantas mentiras,
me negué tajante, levanté la vista,
me mantuve erguido

mientras tú me atabas y después dejaste
mirar como ibas
tomando distancia paulatinamente
hasta quedar a tiro.

Desde allí alistaste las mejores armas
por ti ya elegidas.
No cargaste salvas, todas fueron balas
de mortal destino.

Luego me apuntaste fijando en mi pecho
la cruz de la mira;
conteniendo un rato el aliento lograste
conservar el tino.

Al fin disparaste y de mi pecho abierto
la sangre destila.
¡Cómo te sorprende que siga con vida
mi cuerpo caído!

Ya me acribillaste con los proyectiles
de toda tu ira,
da el tiro de gracia entonces y acaba
de una vez conmigo.

Pero ten en cuenta que ni aun ahora
que mi alma expira
cerraré los ojos. Así que dispara
mientras yo te miro.

Insecto



Insecto

Como insecto preso detrás de un cristal
de alguna ventana transparente y dura,
me encuentro atrapado en mi sino fatal,
que es de las prisiones la más segura.

Intento escapar y es para mi mal,
pues siempre tropiezo en su firmeza pura
que me impide huir con una fuerza tal
como si estuviera en una sepultura.

Mas, como no es también así de oscura
y mis ojos pueden ver el mundo real,
sufriendo me encuentro la más cruel tortura.

A menos que vengan a abrir el portal
la muerte siniestra mi suerte me augura,
pues se está acabando mi ciclo vital.

Misericordias crueles



Misericordias crueles

¿Cómo es que ha podido ser así de cruel?

¿Como se ha mostrado injusto e inclemente
con quien su cariño le entregaba fiel,
con quien fue tan dulce, tierna e inocente?

¿Dónde está lo humano? ¿Dónde lo gentil?
¿Dónde lo cristiano de su corazón,
si con quien lo quiere se muestra tan vil
y no le guardó ninguna compasión?

¿Acaso ha olvidado que a su hogar llegó
a llenar de dicha a su querida gente?
¡Cómo de de este modo ingrato le pagó!
¡Dándole la muerte despiadadamente!

Y ahora se quiere también excusar
diciéndome que ella hacía mucho daño.
¿Qué mal, tan pequeña, podía causar
que le mereciera castigo tamaño?

Que más sufrimiento le quiso evitar
es otro pretexto que pone el malvado.
¿Qué peor sufrimiento se puede encontrar
que morir en manos de quien se ha confiado?

Él puede seguir su vida mucho más
y esperanza tiene de otra todavía,
ella ya no tiene, ni tendrá jamás,
él ya le ha quitado la que poseía.

Quizás, me imagino, muy contenta estaba.
Por fin la sacaban, pensaba, a pasear.
En su compañía tranquila marchaba
pues no sospechaba que él la iba a matar.

Judas Iscariote una razón tenía:
por treinta monedas a Cristo vendió,
pero a él ¿qué motivo fuerte incitaría
al horrible crimen que, ruin, cometió?

¿No notó en el brillo triste de sus ojos
que desesperada le quiso decir:
"¿Qué maldad te he hecho? ¿Te he causado enojos?
¡Perdón! ¡Te suplico, déjame vivir!"?

Él, fiero verdugo, con la sangre fría,
sádico, sus ruegos no quiso atender.
Ya lo dijo el sabio: "De la gente impía,
las misericordias, crueles suelen ser".