La Nube
el sol radiante salió
y con sus cálidos rayos
la mar serena bañó.
Y su calor no fue en vano
porque la mar engendró
y con dolores de parto
de su matriz nací yo.
Era invisible primero,
tan solo un tenue vapor,
mas, al crecer por entero
tomó mi cuerpo valor.
Era tan blanco mi pelo,
blanca mi piel sin rubor,
que en lo celeste del cielo
hacía el contraste mayor.
Y fui creciendo y creciendo
porque mi madre me dio
del más precioso alimento
que de su seno sacó.
Pero llegó un día ingrato
el viento cruel y raptor,
quien por la fuerza, en un rato,
muy lejos ya me llevó.
Mi madre vino en mi auxilio,
su corazón se agitó,
alzó sus manos tras mío,
pero ya no me alcanzó.
Y en los recuerdos que añoro
con un dolor muy atroz,
es que sus olas tan solo
decían: "Adiós, hija adiós".
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