sábado, 29 de noviembre de 2008

¿Por qué me mostraste tanta compasión?




¿Por qué me mostraste tanta compasión?

Tú fuiste la isla que salvó mi vida
de morir ahogada en el mar del dolor,
cuando la esperanza la creí perdida
porque en vil tormenta naufragó mi amor.

Tú me cobijaste, fuiste la guarida
que contra las olas me dio protección,
porque pretendían causar una herida
en lo más profundo de mi corazón.

Tú piedad tuviste de mi alma afligida
y la sustentaste sin vacilación,
olvidar me hiciste la pena sufrida
¿Por qué me mostraste tanta compasión?

Tal vez en tus playas se encuentra escondida
una joya que antes nadie más halló,
quizás una estrella del cielo caída
o alguna corona que un ángel te dio.

Tú fuiste un oasis a mi alma perdida
en el cruel desierto de la decepción,
le suministraste la vital bebida
que necesitó con desesperación.

Era un espejismo mi pasión querida
y entre las arenas se desvaneció,
tú en cambio me diste la atención debida
para cada duda que en mi ser nació.

Tú me diste sombra, líquido, comida
y la dulce miel de tu gran comprensión,
olvidar me hiciste la pena sufrida
¿Por qué me mostraste tanta compasión?

Tal vez en tu fuente se encuentra escondida
una joya que antes nadie más halló,
quizás una estrella del cielo caída
o alguna corona que un ángel te dio.

Mis ojos



Mis ojos

Muéstrame por qué, por favor Dios mío,
me otorgaste estos ojos que poseo.
Cada vez que miro lo que está vacío
ilusoriamente bellas cosas veo.

Arrojarlos lejos de mi cuerpo ansío
y dejar de ser de sus engaños reo.
Ya nunca jamás en su visión confío,
me fallaron mucho, ya no más les creo.

Veo todo en orden y en verdad hay lío.
me hacen creer que es bello todo lo que es feo,
¿no es mejor ser ciego -me pregunto y río-
que vivir confuso en este cruel mareo?

Pídeme



Pídeme

Porque tú curaste todas mis heridas
y con esa ayuda se que sanaré,
lo que más deseas quiero que me pidas
que, si está en mis manos, yo te lo daré.

Aunque no poseo riquezas escondidas,
de entre mi pobreza yo te entregaré
las cosas que sean por ti más queridas.
¡Pide con confianza, no las negaré!

Mis penas ya son por ti bien conocidas,
es ahora mi turno, yo te escucharé.
Pero si rechazas mis manos extendidas
pensando que nada tengo acabaré.

Nada que ofrecerte, nada que decidas
que vale la pena pedir que te dé
de las pocas cosas con que me quedé.

Si nada deseas de mis tan raídas
cosas que poseo, lo comprenderé,
mas con esta nueva pena moriré.